domingo, 11 de septiembre de 2011

Cuando enseñar es un arte aprender es un placer


"Educar es lo mismo
que poner un motor a una barca
hay que medir, pensar, equilibrar
y poner todo en marcha.                                                      
Pero para eso,
uno tiene que llevar en el alma
un poco de marino...
un poco de pirata...
un poco de poeta...
y un kilo y medio de paciencia concentrada.

Pero es consolador soñar
mientras uno trabaja,
que ese barco, ese niño
irá muy lejos por el agua.
Soñar que ese navío
llevará nuestra carga de palabras
hacia puertos distantes, hacia islas lejanas.

Soñar que cuando un día
esté durmiendo nuestra propia barca,
en barcos nuevos seguirá
nuestra bandera enarbolada."

Gabriel Celaya

Hoy, como todos los 11 de Septiembre, se celebra el día del Maestro, y aunque sé que es un sustantivo, para mí debería ser una mezcla de nombre propio con verbo, porque el maestro, el verdadero maestro, es aquel que apuesta día a día por la educación, es aquel que se desvive por sus alumnos para darle lo mejor, es aquel que sueña a la par de esos niños, que le regalan las mejores horas de su vida, y perdónenme pero todo eso (y más) no cabe en un simple sustantivo.

Quiero a partir de mí articulo hacerle un homenaje a todos aquellos que, a pesar de la situación que atraviesa la educación, sigue apostando a ella, con plena vocación y sobre todo con un amor inmenso hacia sus alumnos. He aquí, para mí, lo que es el corazón de la cuestión, porque soy una fiel convencida que aquel que ama lo que hace, lo demuestra y en lo que respecta a la educación, creo que es el factor fundamental para poder trascender, para poder tener llegada hacia los alumnos, para dejar una huella, para guiar, en fin, para poder ser llamado, ni mas, ni menos que Maestro. 

A su vez, no puedo dejar de demostrar un poco de enojo con la sociedad argentina, que hace ya unos años, debido a un (auto)atentado sucedido mas arriba del mapa, este día se ve un poco opacado y no me quiero arriesgar a decir olvidado, porque gracias a Dios, doy fe que aunque sea en las aulas, se sigue recordando; pero yo no me sumo en esa, y hoy decido, desde mi humilde lugar, recordarlo y homenajearlo.

Para ello, permítanme presentarles a una docente de raza, a una docente que a mi entender, entendió a la perfección lo que es amar y tener vocación por la profesión, con ustedes, la “señorita”, la “maestra” Claudia Demaro.

Hace unos años atrás, todos sus días comenzaban de la misma manera; se levantaba temprano, salía de su casa para tomarse el 218, sabiendo que le esperaba un largo viaje de una hora, que tenia por destino final, el barrio Rafael Castillo. Entre tanta tierra, su guardapolvo blanco resaltaba, pero nada se asemejaba a la alegría inmensa que le corría por el cuerpo al entrar a su escuela primaria, la n° 175.

Las aulas contenían (en todos los sentidos) a una cantidad de chicos, que como todos, eran la pura demostración de la ansiedad, del amor puro, de la inocencia, de las ganas y era para ellos todo lo que Claudia pensaba la noche anterior.  Aunque aveces se hacia difícil, porque como hoy, en aquel tiempo, la escuela también cumplía funciones como la de alimentar, Claudia le ponía el pecho, y junto a todo el personal de la cocina, lograban callar un poco esas panzitas, para seguir dando curso a las clases y divertirse.

Así, sucedían todas las tardes, donde Claudia iba más allá de la función de enseñar, y se metia poco a poco en los corazones de todos esos chicos, que con ansias esperaban a la “señorita de Cs. Sociales”. Largos años, fueron los que la 175 tuvo a la “seño”, pero por diferentes motivos, un día tuvo que irse, pero aun hoy, la siguen recordando, aquellos niños que ya no lo son tanto, cuando la cruzan y la saludan con total alegría y nostalgia a la vez.

En la actualidad, Claudia cumple la función de preceptora, y aunque la realidad sea distinta, y la educación se vea mas bastardeada, ella desde su lugar, sigue fiel a su alma de “seño” y sigue llegando a los corazones de los adolescentes, porque le sigue poniendo el mismo corazón que cuando enseñaba, y sin darse cuenta, lo sigue haciendo, porque los apuntala, porque cree en ellos, porque los protege y porque sobre todas las cosas, ama lo que hace, ama a sus chicos, y lo demuestra día a día.

Es increíble como los profesores enojados, no entienden como los chicos son como son, y reparten amonestaciones a mansalva, pero a Claudia si le responden, se abren y le cuentan hasta sus secretos más ocultos. Con ella logran muchas veces calmarse, quebrarse y volver a empezar.

Aveces la realidad es muy dura y supera abismalmente a la ficción, por eso Claudia llega a su hogar y se quiebra, porque siente a la par de esos chicos y le duele de la misma forma. Ella se compromete con todo el sentido de la palabra, y es por eso que logra tener, desde su lugar de preceptora, una llegada aun mayor, que aquellos que son profesores.

Con nostalgia, Claudia extraña su tarea como docente, extraña el barro y Rafael Castillo, pero en cuento ve, los logros que también produce como preceptora, sigue estando orgullosa de la carrera que eligió, de cómo la ejerce y sigue poniéndole el mismo corazón que en sus inicios, porque cada día esta mas segura, que esa fue la clave de su “éxito”.

Los Maestros son los agentes del cambio, en sus manos tienen el arma más valiosa y menos violenta del mundo: la educación. Ellos tienen la enorme responsabilidad, de sembrar en todos sus alumnos las ganas de más, de proyectar un futuro y creer en él. Ellos acompañados por una sociedad que los apoye, son capaces de crear lo mas temido por gobernantes: un pueblo que piensa. Por eso me tomo el atrevimiento, de pedirles a todos aquellos docentes, que se comprometan y que no dejen que sigan lastimando y quebrando a la educación. Piensen que en sus manos tienen a la solución para muchos males, y que con mayor compromiso de ustedes, y de toda la sociedad en su conjunto, un país mejor, deja de ser una utopía.

Con este humilde homenaje, les presente a mi mama, a esa persona que es una Maestra fuera y dentro de casa, y en representación de ella, a todos aquellos docentes que día a día le ponen el cuerpo, el alma y el corazón a la profesión, aun en tiempos difíciles.
¡Feliz día Ma!
¡Feliz día Maestros!


Romina Mancini

1 comentario:

  1. Romi, ¡gracias por regalarnos esa poesía tan linda!
    Me gustó mucho lo que escribiste. Hace un rato leía unos textos de sociología que hablaban de la educación. Qué papel tan groso que tienen los profesores... qué papel y qué fuerza tienen que tener para enfrentarse a los nenes espectantes de presente y futuro.
    Realmente felicito a tu mamá y a todos los que actúan como ella. Si todos los maestros fueran como Claudia, qué distinto sería todo. Por suerte se que hay cada vez más así y me llena de alegría pensarlo.

    Hacés bien personales los textos. ¿Sabés que es lo que más me gusta de eso? que creo que transmite algo que me parece muy interesante para reflexionar: tenemos historias viviendo bajo el mismo techo.

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