jueves, 1 de septiembre de 2011

La democracia, ¿fin o medio?

Los seres humanos necesitamos siempre contar con un cierto bagaje de ideas seguras, intocables, altivas, para mantenernos confortables en un mundo lleno de incógnitas. Necesitamos contar con la seguridad de que algo es así y sólo así para no tener que preguntarnos acerca de ello y, por qué no, encargarnos de cosas más importantes en la vida. Uno de estos conceptos indiscutibles que tenemos los hombres occidentales modernos es la democracia. La democracia representativa es hoy en nuestro inconsciente colectivo el mayor logro político, la cúspide de la soberanía popular, la cumbre del poder del pueblo, el máximo esplendor de la libertad o, simplemente, elegir cada cuatro años cierta gente de cierto extirpe social, meter la boleta con su cara y nombre y esperar con los ojos cerrados que por favor cumpla aunque sea un poquito de lo que prometió que haría.

Sinceramente no busco hacer de este texto una apología a la quiebra del estatus quo, o que se agarre un machete y se salga a matar a los burócratas. No, para nada, sólo intento compartir un pensamiento que me viene rondando la cabeza desde hace tiempo y me pareció interesante como para repensar nuestra sociedad. Muchas veces hemos oído exclamar: “Si, la vida es una mierda pero hay democracia”, “si, hay pobres y gente que se muere de hambre pero por lo menos hay democracia”. Frases como ésta, tan arraigadas en nuestra oratoria como en nuestro pensamiento, muestran a las claras como tomamos a la democracia. Pensamos que la democracia es el fin y no el medio.

Discúlpeme señor Alfonsín pero, a la vista de los acontecimientos recientes, usted se equivocó. Con la democracia no se come, no se educa ni se cura. Podría ser, pero no es condición sin equa non que haya democracia para asegurar esos derechos, sino mire el devenir democrático de nuestro país. Un saludo querido Raúl, que en paz descanse. Volviendo, la idea es esta. El enaltecido sistema político actual no es la solución sino el instrumento para llegar a ese fin que es, la tan peronísticamente aclamada, “justicia social”.

Dentro de la democracia configurada como hoy la vemos elegimos entre un rico que puede a llegar a tener complacencia por los más desfavorecidos, otro rico que los va a reprimir y otro que intentará de invisibilizarlos. Más o menos por ahí andamos. Además, esos ricos no quieren que el pueblo se meta en sus asuntos, porque si piden, van a pedir lo que les corresponde, por lo tanto les dan un poquito y listo el pollo. Mientras, obviamente, los mantienen trabajando en condiciones abusivas para que no se les ocurra pensar, faltaba más.

En cuanto a nosotros, los ciudadanos comunes – no ricos, no detentadores de poder-, quedamos allí, inertes, mirando como la política, ese ente que nos pintaron lejos y complicado, pasa por delante de nuestros ojos sin poder siquiera tocar o lamer un poquito de ese gran poder. Inclusive, mediante la legislación nos obligan a ir cada cuatro años a ratificar su accionar injusto y terminamos eligiendo entre Guatemala y Guatepeor.
Como construcción social debemos revisar la democracia, es perfectible, si el humano la construyó tiene que ser él mismo quien vuelva a reformarla para que se democratize. El sistema político que tenemos ahora es el menos democrático dentro de las democracias. No hay ni asambleas barriales, ni plebiscitos, e, inclusive, como una tomada de pelo, nos mandan a seleccionar candidatos ya elegidos a dedo por los propios partidos. Yo entiendo que es un proceso complicado y hay muchos intereses de por medio para que esto no se llegue a concretar, pero en vez de pensar que “menos mal que tenemos democracia”, tendríamos que crear un proyecto que busque cómo hacer que la participación política llegue a más personas. Y me refiero a la real participación, no aplaudir al líder por su linda oratoria. Me refiero a ensuciarse las manos en la construcción del bienestar común, a pensar y repensar las maneras para que todos seamos parte de lo mismo, para valernos de nosotros mismos y no de representantes que piensen y obren por nosotros –cuando quieren-. Asimismo propongo crear instancias de fiscalización y auditoría pública, ¿por qué no puedo ver los números que utiliza el Estado para hacer tal o cual cosa?, ¿por qué sigue habiendo tanta burocracia para acceder a cosas públicas? En fin, preguntas como estas tenemos miles y quizás algún día tengan respuesta. O quizás no, y sigamos pensando que esta es la mayor construcción política que el hombre puede alcanzar y listo. Sálvese quien pueda.

Para finalizar quiero decir que la democracia como la conocemos hoy no es más que otro sistema más para que los ricos detenten el poder, salvo que esta vez, los mismos oprimidos creen que tienen la soberanía. Invito a pensar, reflexionar, criticar o lo que quieran acerca de la democracia como la vemos hoy y cómo la podríamos mejorar. Perdón a los más sensibles, fue un día muy trosko el de hoy...

Iván Hojman.

1 comentario:

  1. Me encantó Ivo. Me gusta mucho cómo lo escribiste y me gusta el contenido en sí.
    No puedo estar más de acuerdo con lo que escribiste. Espero que la idea de este texto, sobrepase los límites de los 40 estudiantes de comunicación... y espero que sobrepase la línea que divide 'lo que leo' de 'lo que hago con lo que leo'.
    Siga así, encarguese de que le llegue a más gente, y actúe. Lo felicito Hojman, muy bueno.

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