martes, 30 de agosto de 2011

Pocos días, muchas incertidumbres

Una vez más la previa de Los Pumas para encarar el mundial posee los mismos sinsabores. Así lo fue en el 2007, cuando hasta último momento no había certezas de quién jugaría en tal o cual puesto o quién sería el encargado de enfrentarse a los postes en cada partido.

Sin embargo, la antesala del Mundial 2011 propone una diferencia sustancial con respecto a su anterior edición en Francia, la diferencia del precedente. Cuatro años atrás, cuando a fines del mes de Agosto, el seleccionado de rugby argentino, entonces dirigido por Marcelo Loffreda, se preparaba para encabezar el sexto mundial de la competencia, contaba con un pasado inmediato –mundial 2003, no se superó la primera ronda- que si bien le era adverso no le generaba mayor sobresaltos ni permitía hacer especulaciones a futuro que lo presionaran.

Argentina llegó a Francia cargada de dudas y éstas no eran disimulables. Mientras la prensa especializada y los fanáticos enfervorizados por una nueva presentación mundialista del seleccionado remarcaban y se arrogaban el derecho de armar su “equipo ideal”, Los Pumas continuaban refugiados en la concentración previa. Ellos no dudaban, eran conscientes y conocían tanto el presente como el pasado, que, para algunos integrantes del plantel, no les era ajeno y se constituía como una realidad a cambiar.

El ostracismo finalizó de una vez el 7 de septiembre, era el momento de erradicar las dudas y transformarlas en certezas. El equipo salió a la cancha, la primera sorpresa se dejo entrever al ingresar los quince jugadores titulares. Un cambio singular, que luego sería una brillantez del staff técnico, se producía en el debut mundialista frente al mismísimo anfitrión central de todo el espectáculo, la selección francesa, y nada menos que en el primer partido de la competencia.

De un momento a otro las dudas se evacuaron por completo, el equipo parecía consolidado y configurado desde hace años, el equipo técnico operaba como profesionales full-time, los hinchas, tanto locales como argentinos, no salían de su asombro y la prensa del mundo entero ya empezaba a hablar de “la hazaña”.
¿El resultado final? ¿A quién importa? Es sólo una anécdota. Los Pumas ganaron y dieron punto final a un escollo de dudas al que parecían desconocer por completo. Desde ese día, todo fue diferente. Pasó la fase de grupos y el convencimiento y la confianza mutua fueron las armas elementales con las que Los Pumas pudieron pisar fuerte en los más altos terrenos del rugby mundial por primera vez.

El final de la historia no escapa a la memoria de nadie. Vale la pena un breve resumen: El seleccionado nacional alcanzó por vez primera el podio de un Mundial, consiguió el tercer lugar; Los jugadores se vistieron de héroes y, en algunos casos, fueron catalogados de “irremplazables”; El fervor post-mundial hizo posible la llegada de este deporte a personas que lo “veían de afuera”, el rugby cobró, por lo menos por un tiempo, el carácter de “masivo”.

Al mismo tiempo que ese grupo de jugadores, conocido en el ambiente rugbístico como “la generación dorada” (homónimos de sus compatriotas basquetbolistas) o “pumas de bronce”, entraban en la historia del rugby argentino, marcaban un momento, le otorgaron una identidad al rugby argentino en su totalidad.
Identidad que generó la posibilidad de poseer el reconocimiento mundial para entrar por la puerta grande y dejar de ser “el culo del mundo”, como ironizó el actual sub-capitán del seleccionado, Juan Fernández Lobbe luego de finalizar el Mundial de Francia 2007.

Los caminos se abrieron para la selección nacional, los torneos y los ofrecimientos, si bien fueron fruto de una larga trayectoria de intrincadas negociaciones deportivas y hasta incluso políticas, no tardaron en aparecer. Principalmente, fue esto lo que generó relevamiento e interés en nuestro seleccionado y, lo que es mejor, expectativas a futuro.

Hoy, en 2011, ese “futuro” ya llegó, y cuando en diez días comience a girar la ovalada otra vez las “expectativas” apuntarán directamente hacia los jugadores que se paren en la cancha de cara al primer partido frente al seleccionado de Inglaterra.

Por segunda vez consecutiva, las dudas rebalsan y vuelven a hacerse eco por parte de los fanáticos y la prensa. Pero, a diferencia del pasado certamen, las dudas están acompañadas de “expectativas”. Suena raro y casi inteligible a primera vista, ya que muy difícilmente estas dos palabras convivan en comunión, pero es parte de todo el bagaje deportivo que Los Pumas fueron y vienen acumulando y que fue descripto anteriormente.

Quedan pocos días y muchas incertidumbres, pero la esperanza, por el momento, no desciende. Los cambios producto del obligado recambio generacional, como era de esperarse, tienen a maltraer al equipo ahora dirigido por Santiago Phelan, al igual que las lesiones que hasta último momento persisten marginando jugadores de la lista mundialista.

Es verdad, el “futuro promisorio” que se esperaba con las manos abiertas y se pensaba que se desarrollaría en estos cuatro años de “transición” todavía no llegó. Los jugadores son jóvenes, muchos poseen escasa experiencia internacional – cualidad importantísima para poder progresar en este deporte hipercompetitivo y que lo distancia del fútbol - y eso genera un clima de inestabilidad e inseguridad que deja alicaído al equipo.
Es quizás de fácil asociación la idea del precedente con la idea de condena. Es imprescindible no caer en ésta tentación que produce el exitismo y no permite dar “oportunidad al error”, de cualquier tipo. El exitismo no es sólo cuestión del deporte, claro está, pero es aquí donde más se evidencia.

La moderación y la no desesperación serán vitales para poder dar legitimidad al equipo del “Tati”, posiblemente la crueldad no tardará en brotar en caso de que los resultados no sean los esperados. Pero por fuera de toda especulación triunfalista, acompañada por el inmediato futuro del último certamen, es importante desmarcarse del exitismo desmedido y no demonizar las incertidumbres.

Probablemente, los pronósticos vuelvan a romperse y lo conseguido anteriormente pase a ser otra anécdota porque es así cómo el deporte se nos manifiesta, lleno de incertidumbres y resultados impredecibles, ya que, afortunadamente, no es una ciencia exacta.

A no desesperarse es la consigna. En este Mundial, si bien algunos resultados pueden ser llamados “obvios”, la incertidumbre y las sorpresas posiblemente, y por el bien del deporte, pasen a protagonizar una vez más la escena.

Mientras tanto, en el búnker de Los Pumas la confianza no es nula, así lo demuestran en el día a día de sus entrenamientos motivados por una experiencia que para muchos puede ser única e irrepetible. La oportunidad de repetir lo acontecido no es fácil y lo saben, entrenan duro para eso pero con la cabeza fría y con la mente puesta en una frase que inmortalizó el histórico ex-capitán y jugador del seleccionado, Agustín Pichot, “sabiendo quiénes somos”.

Fuere cual fuere el resultado, la confianza está y el aliento del público va a llegar incondicionalmente. Caer en la postura del exitismo irracional no es algo propio de este deporte, esperemos que así se mantenga.

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