martes, 9 de agosto de 2011

Sudamérica en camino a la autodeterminación económica

Los ministros de economía de los países miembros de la UNASUR se reunieron el pasado viernes para delimitar la estrategia económica que llevaran adelante con el objetivo de evitar el efecto contagio que pueda ocasionar la crisis europea y norteamericana sobre sus mercados.

Los miembros del bloque regional decidieron que este es el momento propicio para extender su accionar también a la esfera económica, dado que las decisiones que se habían tomado desde su creación en el 2007 habían sido exclusivamente políticas.

Además de sentar las bases sobre las medidas que impulsaran los países en materia de política económica, se trataron dos puntos de vital importancia para el futuro éxito y supervivencia del bloque y que, además, están íntimamente ligados con las políticas confeccionadas: el afianzamiento de las relaciones comerciales entre los países miembros y, sobre todo, la creación de un fondo de reserva regional que pueda servir de auxilio ante una eventual crisis.

La confluencia de ideas y su materialización en proyectos se da, claro está, por la correspondencia ideológica que hay entre la mayoría de los presidentes sudamericanos. Las únicas excepciones que se dan al progresismo que caracterizan a los gobiernos miembros de la UNASUR son Colombia y Chile, presididos por Juan Manuel Santos y Sebastian Piñera respectivamente. Sin embargo, al menos Santos, licenciado en economía y administración de empresas de la Universidad de Kansas, decidió romper con la ortodoxia del liberalismo que representa y dejar de lado sus relaciones comerciales prioritarias con Estados Unidos para orientarlas hacia el subcontinente, específicamente hacia Brasil. 

No queda claro aún si el cambio de rumbo que tomó el sucesor predilecto de Álvaro Uribe se fundan en una idea de integrarse a un bloque regional que mantenga y equilibre sus relaciones políticas y comerciales con el resto del mundo o si responden a la inminente caída de la estructura económica y balanza de pagos de su eterno acreedor, Estados Unidos, y el simultaneo afianzamiento de Brasil como uno de las cinco potencias económicas del mundo.

Lo cierto es que el grupo de países pretende blindarse y no ser víctima de los manotazos de ahogado que darán, de seguir todo tal cual está dado, los países del primer mundo.

Un poco de historia
 
América latina ha sido, desde la toma estadounidense de la posta imperialista, un apéndice del país del norte. A partir de la segunda mitad de del siglo XIX, la superpotencia que se erigía como defensora de la divina libertad de empresa, comenzó a determinar que políticas económicas debían llevar a cabo los países del sur, siempre de acuerdo a las doctrinas de los economistas David Ricardo y Adam Smith. Sus teorías de las ventajas comparativas y "la mano invisible que controla el mercado" fueron artífices del subdesarrollo que hoy, 150 años después del inicio de la hegemonía yanqui, parece seguir presente en vastas zonas del subcontinente.
 
La problemática estrictamente económica (circunscriptas solo a la esfera monetaria, dado que la socioeconómica es enorme) está dada por la vulnerabilidad de los gobiernos sudamericanos, a los sucesos y fluctuaciones del mundo económico desarrollado. Hace falta solo un ejemplo para comprenderlo: nuestro país sufrió pequeñas crisis en la década del 90 debido a, en primer lugar, el llamado "efecto tequila", es decir, el default de México y su cese en la balanza de pagos. En segundo lugar, la crisis rusa, que afectó a Brasil y por consiguiente a la Argentina. La dependencia era total. La industria nacional se había destruido progresivamente desde mediados de siglo.
 
El ministro de economía de la última dictadura, José Alfredo Martínez de Hoz, sostenía que "era lo mismo producir acero que caramelos". En términos nominales era lo mismo, pero en los reales no. Toda industria liviana desapareció junto con la poca pesada que existía. La consecuencia inmediata fue la necesidad de importar todo lo que no se fabricaba, lo que dejó como saldo que hoy encontrar un técnico tornero, por ejemplo, sea una tarea casi imposible.
 
Y si de intervención directa se habla, es conocida la intromisión norteamericana en la región. Hace falta solo nombrar dos sucesos en el mismo país: en la década de 1880 el presidente chileno Balmaceda intentó nacionalizar el salitre, principal producto de exportación del país trasandino, así como los ferrocarriles y, además, hacer pública la educación. En 1970 el presidente socialista, Salvador Allende, del mismo país quiso implementar medidas similares con el suelo, rico en estaño y cobre. Ambos corrieron un idéntico destino: Balmaceda se suicidó en medio de una guerra civil y Allende hizo lo mismo cuando el Palacio de la Moneda, sede del poder ejecutivo chileno, estaba sitiado por el ejército comandado por Augusto Pinochet.

Desde la década de 1850 en adelante América Latina tuvo como principal producto de exportación el trabajo con remuneraciones semiesclavistas a cambio de importar empresas e inversión extranjera.
Entonces, y ante panoramas histórico-político tan crudos, es casi una bendición el hecho de que los gobiernos sudamericanos puedan tener actualmente el poder de autodeterminación en la elección de sus políticas económicas.
 
Dudas y certezas
 
Es innegable la importancia de haber reducido la deuda con el molesto Tío Sam y sus secuaces (Fondo Monetario Internacional, FMI, el Banco Mundial, BM, y Banco Interamericano de Desarrollo, BID), la cual fue multiplicándose exponencialmente en los últimos 55 años por nuevos créditos contraídos y los usureros intereses que suponen, pero, su moneda sigue siendo la que se usa como patrón de cambio en todo el mundo. Resulta un interrogante cuál será la divisa que se usará como valor de cambio para los depósitos que serán respaldo de la economía de la UNASUR. Existe el riesgo de que, ante un inminente default de los Estados Unidos que obligó a Washington a correr el techo de la deuda, el dólar se deprecie y con ello las reservas de la región.
 
Existe una situación similar si se adopta el Euro, dada la crisis que afecta a Europa, aún más feroz que la yanqui.
 
Queda claro que la eurozona ha fallado en su intento de establecer una moneda común si se tiene en cuenta que ello implica equiparar la capacidad productiva de todos los países. Es evidente que la gigantesca estructura industrial de Alemania no tiene nada que ver con la pobre industria española, que arrojó en el último año un desempleo mayor al 20%.
 
Lo cierto es que hoy se posicionan como potencias económicas mundiales países periféricos de antaño, como Brasil y la República Popular China.
 
Este momento de Brasil da la posibilidad a la región de establecer lazos comerciales internos que permiten una cierta subsistencia, así como seguir disfrutando de una relativa estabilidad económica.
De hecho, Colombia cambió de rumbo y dejó de ver a los Estados Unidos como su horizonte comercial y se dispuso a trabajar en conjunto con el gobierno carioca.

La principal consecuencia positiva que daría un correcto funcionamiento del fondo común de la UNASUR sería que los países miembros puedan recurrir a un fondo cuasi propio ante eventuales crisis o desbarajustes de sus estructuras y no a los organismos tradicionales como son el FMI o el BID. Cabe aclarar que estos entes prestan dinero a tasas de interés usurarias, además de exigir a los deudores que implementen las políticas económicas que ellos plantean.

De ésta forma, acudir a un fondo ‘’propio’’ daría la libertad de continuar con las políticas económicas que cada gobierno considere conveniente sin ser condicionado en cuanto a la administración y distribución del préstamo y los posteriores ingresos.

El mundo ha cambiado en los últimos 12 años y a Sudamérica se le presenta la posibilidad de definir su destino por si misma y disponer de todo lo que la naturaleza le brindó y que nunca supo ni pudo administrar. El factor natural es inmenso y el humano no está muy lejos, solo falta alentarlo hacia el crecimiento. Es la hora señalada para que la región se pare en el lugar donde hace mucho debería estar y no es una posibilidad para desperdiciar.


Facundo Benedetto

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