sábado, 16 de julio de 2011

Al final, el voto no fue tan negativo.

Hace tres años el televisor quedaba de fondo, expectante, viendo si pasaba algo. Intentando averiguar realmente que era eso que ocurría y que nos dividía en dos. Una división que generaba fervorosos defensores de uno y otro lado.
Aquél 16 de julio de 2008 el televisor se prendió a las cuatro de la tarde, en vísperas de la decisión tan trascendental, y se apagó recién a la noche, para encenderse luego a las seis de la mañana.
Y fue a las seis cuando el videograph de TN (era el canal en que se apagaba casi siempre la tele, lamentablemente) anunció que la resolución 125, tan controvertida, no se iba a aplicar.
El presidente del senado, vicepresidente de la Nación, había votado en contra de las aspiraciones del gobierno que representaba. Su voto ‘’no positivo’’ marcó un momento sumamente importante de la historia política reciente: fue, en cierta manera, refundacional.
Aquella experiencia dejó distintas certezas y sensaciones. La primera de ellas, que aprendió la señora presidenta de la Nación para las futuras elecciones, es que elegir a un transversal como su ladero, un radical K (más radical que K) evidentemente no era lo correcto. Su consecuencia: la elección de quien ella misma definió como una de las personas más leales al movimiento, el ministro de economía Amado Boudou, para que la acompañe en los comicios a disputarse en octubre.
Inmediatamente Julio Cobos volvió a ser parte del radicalismo, el centenario partido que lo había expulsado por aliarse con peronistas, debido a la ‘’defensa de sus principio’’.
Pero, lo más significativo de esta situación fue la división en dos que experimentó el país.
La misma gente que se aterroriza ante la inflación apoyó con uñas y dientes la causa del campo (quien, a la larga o la corta, termina fijando el precio de la mayoría de los alimentos). Un campo que se sentía casi expropiado al ver, en su teoría, disminuida su capacidad de ingreso debido a la movilidad de las retenciones. Movilidad que le hubiera sido totalmente beneficiosa, ya que su calidad les hubiese permitido pagar una suma considerablemente menor de retenciones del futuro precio de la soja. Nada se dio como lo previsto y su precio internacional no llego casi a 800u$s como los representantes del campo esperaban, sino que se estancó en 600 u$s, lo que hubiera generado un pago del 30% y no del 35%. En definitiva, perdieron dinero.
Esa gente es la misma que apoyó y, en algunas ocasiones, integró la mesa de enlace del campo, que tuvo como mayores representantes a la Sociedad Rural Argentina y a un caudillo campestre, un Luis D’Elía con boina, Alfredo De Angeli.
Esa misma militancia pro-campo dio mayor vida a su contraparte. Menos de un año antes el kirchenrismo había logrado la continuidad en el poder con algo más del 45% de los votos. Si bien la militancia e integración de jovenes que estaba logrando era evidente, todavía la adhesión popular podía verse ‘’blanda’’. No se definía bien si el apoyo de poco menos de la mitad de los argentinos se fundaba en un periodo de estabilidad económica o la identificación con el proyecto nacional y popular.
La cuestión es que durante la discusión que generaban retenciones móviles o retenciones fijas (fueron unos meses en que todos nos volvimos cuasi-economistas), el lock out patronal, el paro del campo e infinidad de etcéteras las masas volvieron a tomar posición. Los ataques del Grupo Clarín hacia el gobierno se hicieron constantes y allí estalló el interés político latente que muchos teníamos dentro.
Dos posturas antagónicas se definieron: los kirchneristas y los antikirchneristas, una división con muy pocos grises entre medio. Quizás sea la tercera polarización de la sociedad argentina luego de la que se diera entre unitarios y federales (aunque quizás no se pueda tomar como ‘’polarización de la sociedad argentina’’, dado que la misma no estaba aún conformada) y peronistas y antiperonistas.
El poder que fue tomando La Cámpora para incorporar jóvenes sedientos de vida política fue exponencial desde entonces, situación que logró que hoy, tres años después, su presencia en el presente político del país sea muy importante en cuanto a cantidad al menos.
Luego, tan solo 7 meses después de la negativa de Cobos, nacía 6-7-8, el programa kirchnerista por excelencia que tiene nuestra televisión pública.
Simultáneamente, y desde entonces, los ataques de Clarín no cesaron en sus intentos por desestabilizar al gobierno nacional y popular. Pérdida del equilibrio que no se logró dado que, si bien se supo imbuir a una masa importante, aunque a mi entender minoritaria en efectos políticos, de una indiferencia y hasta odio casi visceral por el kirchnerismo.
A pesar de haber conformado una mesa de enlace con miembros del campo que hasta se terminaron distanciando entre ellos, de haber dado un impulso político al neoliberal Macri pese a sus políticas polémicas, discriminatorias y, frecuentemente, separatistas, de haber hecho una causa nacional de cada situación que pudiera perjudicar al gobierno liderado por Cristina Fernández, la oposición no pudo conformarse solidamente aún.
La premisa ‘’divide y reinaras’’ es, ésta vez, más real que nunca. Si bien el ‘’divides’’ no viene desde arriba (no fue necesario segmentar lo que nunca supo estar entero), el ‘’reinaras’’ es efectivo.
Un partido sólido y con gran adhesión popular no puede ser enfrentado por 5 oposiciones que entre todas no logran juntar mayoría para ganar una elección.
Sin embargo, y a pesar de no tener representantes claros, la oposición existe. Si bien es militante en mucho menor medida que el oficialismo, hay gente que se levanta para decir ‘’esto no me gusta y quiero cambiarlo, quiero cambiarlo yo con los míos’’.
Aquí está el punto y lo realmente importante. Aquel ‘’voto no positivo’’, en realidad lo fue. Si bien no generó el tambaleo institucional que se temía en un principio (que a mi entender fue el objetivo de todos los contrarios al gobierno de Cristina), se lograron resultados positivos en cuanto a la vuelta del diálogo político entre la gente de a pie. Hoy, nada más que tres años después, los jóvenes debatimos, proponemos y nos interesamos. A favor o en contra, le guste a uno o no le guste, hemos vuelto a pensar que vivimos en una comunidad amplia que se extiende más allá de los límites de nuestras casas. Hemos tomado consciencia de que vivimos en sociedad y que lo que le pasa al de al lado también es importante.
La militancia y la opinión volvieron y, espero, que para quedarse por mucho tiempo. Festejémoslo.


Por último, y a modo de conclusión, dejo una frase del dramaturgo alemán Bertolt Brecht. Si bien en alguna parte suena agresiva, es bueno tener en cuente su reflexión. Llámese a ese analfabeto a entender y opinar. Nosotros somos el futuro.

"El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio de los frijoles, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales".



Facundo Benedetto

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