lunes, 25 de julio de 2011

DECIRTE GRANDE TE QUEDA CHICO

Hace mucho tiempo atrás, exactamente 88 años, nacía en la ciudad de La Plata, en el barrio llamado “El Mondongo” un hombre que, a mi entender, es un verdadero amante de este país. Para aquellos que quizás no reconocen la localización geográfica, les cuento que me estoy refiriendo ni más, ni menos, que al Dr. René Gerónimo Favaloro.
Decidí dedicarle estas líneas porque siento una profunda admiración por él y por todos sus logros  y si hablo en presente, cuando me refiero a su persona, es porque para mi no esta muerto quien, sigue siendo recordado. En lo personal, estoy segura, que el  único que dicta la sentencia de muerte, es el olvido.
Ahora si, ahora te hablo a vos, y disculpa que te tutee, pero estoy segura que no permitirías ningún formalismo tonto que se disfrace de usted. Lo primero que quiero pedirte es un inmenso y humilde perdón. Perdón por todo lo que sufriste, al haber vivenciado y padecido la corrupción reinante de aquel entonces, que no permitía que crezcas. Perdón por haberte vuelto “un mendigo en tu propio país” como bien escribiste, en muchas cartas que enviaste a las autoridades, con fuertes pedidos de ayuda. Perdón por toda esa depresión que te causo ver a tu Fundación con una terrible deuda, que cualquier millonario (de los muchos o pocos que hay en este país) podría haber saldado y no lo hizo. Perdón por absolutamente todas esas razones que te llevaron a tomar la terrible decisión de suicidarte, con un disparo al corazón tan simbólico.
Que paradoja y que mensaje tan profundo dejaste al tomar esa decisión ya que, vos mejor que nadie, sabia donde ubicar exactamente el arma para morir de forma casi instantánea y a su vez, yo considero, que todo el dolor que estabas padeciendo, lo representaste con la destrucción de tu corazón, aunque antes del disparo, tu corazón ya estaba desecho. Que impotencia tan grande me invade por todo lo que te sucedió. Que tristeza me genera el imaginar tu depresión, tu desesperación, tu decepción. Que ganas a su vez, me nacen de haber nacido hace unos años atrás, para poder haberte conocido, porque más allá de que el recuerdo, te hace inmortal, me hubiese encantado poder hacerte una entrevista o tal vez, simplemente conocerte.
Pero ahora quiero pasar a los agradecimientos... Gracias por haber sido la persona maravillosa que fuiste. Gracias por haber vuelto a tu país, de tu viaje a Estados Unidos, donde profesionalizaste aun más tu aprendizaje, para aplicarlo acá. Gracias por haberte convertido, en el símbolo de la honestidad en su máxima expresión (aunque ello, te haya costado la vida). Gracias por haber creado el By Pass que, aun hoy, sigue salvando vidas (y eso que la tecnología avanzo muchisimo). Gracias por haberte comprometido con absolutamente todos tus pacientes, pero por sobre todo, por darle atención a aquellos que nunca la tienen (¡Y que atención eh!), por haberte ocupado de aquellos que pocos aveces se ocupan. Gracias por haber humanizado la compleja tarea del medico (Y esto siempre se lo atribuiste a la formación humanística que te brindo tu querida Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de La Plata). Gracias por tener un compromiso enorme con lo social, creando la Fundación. Gracias por haber tolerado, lo que no merecías (Hasta que, lamentablemente no lo soportaste mas...). Gracias por haber amado tanto a tu país (Seguramente lo seguís haciendo, aunque sigas viendo como la corrupción continua y crece). Gracias por haber sido un medico rural, allá en Jacinto Arauz, un pequeño pueblo de la provincia de La Pampa. Gracias por representar un ejemplo para muchos y por formar parte, a mi criterio, del ser argentino. Me arriesgo a decir, sin ningún animo de ofenderte, que viene el asado, la birome, y venís vos, como parte de este folklore de ser argentino. Gracias por sostener siempre que todo universitario debe comprometerse con su sociedad. Gracias, gracias y más gracias por haber sido, más que un medico, un maestro. Un maestro de la lucha, de la vida, de la inteligencia, de la sabiduría, de la humildad y por sobre todas las cosas, de la honestidad.
Nunca cediste ante la corrupción que te rodeaba, y sentiste que la única forma de no hacerlo, era dejando de estar entre nosotros (físicamente). Debo confesarte que aveces siento una mezcla de bronca y de tristeza, cuando hablo de vos, y no te conocen o escucho expresiones como “El By Pass fue de casualidad” “Pero.. ¿Qué hizo?” “¿Esta vivo?”.. En esos momentos, es cuando digo, “con razón decidiste irte”. Entiendo que cada uno es apasionado por lo que quiere, por el personaje que más prefiera, pero me cuesta admitir que te desconozcan o que demuestren desinterés por tus logros... No se, quizás desde la admiración que te tengo, busco que todos la sientan y sé que estoy errada, pero es más fuerte que yo. Igualmente debo reconocer que, gracias a Dios, no fue una gran mayoría, la que me causo (y me causa cuando me pasa) esos disgustos, porque a pesar de olvidos (que me lastiman) pero que son humanos, tu obra y tu sello, se siente en muchos de los argentinos y eso me reconforta y me llena de orgullo.
Estoy orgullosa de formar parte del país que engendro, creo, acuno a uno de los pocos seres que, a mi entender, la mejor característica que le calza, es la de sobrehumano. Estoy orgullosa de hoy poder escribirte estas líneas, aunque no las puedas leer, pero estoy segura que de alguna forma, mi admiración te llega. Estoy orgullosa de que seas argentino y de que hayas marcado a fuego la identidad de todos los ciudadanos (en mayor o menor medida). Si vos vieras lo que es tu Fundación, aquella que estaba casi al borde de la quiebra, te sorprenderías (aunque seguramente la ves). Es despampanante, enorme y lujosa... No sé a ciencia cierta si para lograrlo, hubo que transar con aquello a lo que vos te negabas. Lo desconozco. Quizás lo sospecho y me dolería confirmar que tu reglamento ético, haya quedado plasmado solo en papel, y no en el accionar, de los que hoy están a cargo de tu Fundación... Ojalá que haya sido por la vereda de la honestidad que vos construiste y no por otra...
Si bien me encantaría decirte muchas otras cosas, soy consciente que me es imposible, ya que no me alcanzarían ni todas las hojas del mundo, para poder hacerlo. Pero para finalizar este pequeño homenaje en papel que decidí hacerte, te vuelvo a pedir un inmenso perdón por todo tu padecimiento y un humilde y sincero gracias por absolutamente todo lo que le diste a nuestro país.
No pienso despedirme de vos, porque eso significaría una separación, un desprendimiento, del que no estoy dispuesta a participar, porque mi nacionalidad no me lo permite y mi admiración mucho menos. Que mejor “final” que palabras tuyas maestro...

“Quizá el pecado capital que he cometido, aquí en mi país, fue expresar siempre en voz alta mis sentimientos, mis críticas, insisto, en esta sociedad del privilegio, donde unos pocos gozan hasta el hartazgo, mientras la mayoría vive en la miseria y la desesperación. Todo esto no se perdona, por el contrario se castiga. Me consuela el haber atendido a mis pacientes sin distinción de ninguna naturaleza. Mis colaboradores saben de mi inclinación por los pobres, que viene de mis lejanos años en Jacinto Arauz. Estoy cansado de luchar y luchar, galopando contra el viento como decía Don Ata. No puedo cambiar. No ha sido una decisión fácil pero sí meditada. No se hable de debilidad o valentía. El cirujano vive con la muerte, es su compañera inseparable, con ella me voy de la mano...”



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