martes, 19 de julio de 2011

Invitación a mirarnos el ombligo

Voy a hablar de mis dudas y criticarme a mi mismo y a mis colegas. Si hay algo  que revolotea por mi cabeza hace ya bastante tiempo, cual mosca en verano, es el rol que juega el periodismo en la actualidad. Más allá de los bandos antagónicos que se presentan en la Argentina, lo que realmente me produce incertidumbre es cuál es la tarea a ejercer de los periodistas, cuál es la responsabilidad y el compromiso que tenemos con la sociedad como informadores y formadores de opinión y cómo se debe realizar nuestro trabajo como agentes sociales de tanta importancia.

Ayer, navegando por Youtube como usualmente hago cuando no quiero estudiar, encontré el nuevo programa de la Tv Pública El Debate, conducido por Adrían Paenza. Obviamente, inquietas mis neuronas comenzaron a trabajar y sacar pequeñas conclusiones, a forma de tesis, sobre el periodismo. Y quizás no haya descubierto la pólvora ni haya inventado nada, pero al final pensé algo más o menos así: el periodismo no debe dar certezas, sino generar preguntas que lleven a la reflexión.

Lamentablemente eso es lo mezquino del pensamiento. Horas y horas de de transpirar la gota gorda para una reflexión de un renglón, pero bueno, es así. Es innegable el alcance que tiene hoy en día el periodismo en la población. A través de cualquier medio, sea la radio,  la televisión, el diario o Internet, las noticias llegan a la gente y dejan huellas en cada uno de ellos. Y entonces ahí me parece que es el foco de la cuestión. Si las noticias, como ya sabemos, llegan más que masticadas y opinadas al lector, oyente o televidente, ¿quién es el periodista para hacerlo? ¿Quién es el periodista para trasmitir sentido común y criterios de verdad? ¿Acaso son los dueños de la verdad absoluta?

Parecería tonto criticar de lo que uno mismo va a trabajar, pero en una segunda lectura, es una crítica constructiva –a mi entender- que aporta un granito de arena a la discusión del periodismo en el periodismo.  Si bien nadie puede discutir la formación profesional e intelectual de muchos de los trabajadores del medio, lo que hace ruido es cómo presentan su forma de ver la realidad como una verdad ineludible. Y, como todos sabemos, la subjetividad en el discurso periodístico es una verdad, por lo tanto habrá tantas verdades como escribas.

Por eso, como creo que los periodistas no seamos los dueños de las verdades sociales, políticas, económicas y culturales, sugiero a modo de teoría barata que el trabajo del periodista debe ser el aporte de datos fidedignos y partir de allí generar el debate. El trabajador de los medios no debe tomar a sus destinatarios como cajas vacías a rellenar de información banal en pos de construir un hombre que crea sin protestar ni chistar el discurso que se le está dando. No, todo lo contrario, debe tomar al consumidor de medios como alguien que ya tiene cierto bagaje ideológico y, por lo tanto, a través de la transmisión de los hechos generar debates que enriquezcan tanto a uno como a los otros.

El periodista debe ser quien genere reflexiones y críticas en sus destinatarios a partir de hechos de la actualidad. Ellos sabrán qué creer y qué pensar, pero es ese el trabajo, estimular la contraposición de ideas. El periodista debe dejar a veces sus pasiones más íntimas y arraigadas y  su cierta soberbia profesional para así lograr que en verdad se genere, cada vez más, una elevación y un enriquecimiento de los contenidos.

Sin ser apocalíptico, creo que los periodistas nos hemos transformado en opinólogos profesionales, personas que porque su profesión lo amerita, han secuestrado la verdad y la van escupiendo  de a pedazos dependiendo a cómo les convenga.  Por eso, a modo de mandamientos  periodísticos berretas que pueden producir un pendejo de 19 años, propongo que seamos dignos, defendamos nuestro trabajo y vocación, protejámonos entre nosotros, cuidemos las palabras que tanto nos darán de comer y, por sobre todo, hagamos respetar, lo más fielmente, el Derecho a la Información  tanto se merece nuestra sociedad. Nada de malo tiene no tener certezas, sino que lo importante es tener buenas preguntas. "Juzga más al hombre por sus preguntas que por sus respuestas”, dijo un día el sabio Voltaire.

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