sábado, 9 de julio de 2011


No escribo esto en un acto de furia ni mucho menos de rabia sino que realmente siento un profundo aire de desconcierto y preocupación que me provocó  pensar en redactar estas líneas.

Este mismo día, hace ya bastantes años, un grupo de idealistas  se cansó de la opresión y bajo el manto de una Nación, que quería constituirse como tal, decidió ponerle fin a su dependencia total hacia una Monarquía que le obstruía su capacidad de desarrollo y  al mismo tiempo, le negaba la capacidad de reconocerse como un territorio autónomo.
Hoy en día tal Monarquía no existe. Lo que nos obstruye la capacidad de desarrollarnos dejo de ser un ente burocrático y pasó a ser una simple pero perversa acción que es parte del día a día y se tiene poca conciencia de su concepción y repercusión. Los actores cambiaron, como también, las costumbres y valores de estos últimos.  Pero las cosas por que luchar y defender, afortunadamente, persisten. Y créanme, ésta, a la que hago alarde en este escrito, no es la única.

Hacia una interpretación sobre la identificación y la socialización
Para saber quien sé es y que se quiere ser es primordial un proceso de identificación que, al mismo tiempo que construya mi personalidad, me constituya como un “yo autónomo” que posea conciencia de mí mismo y que sea capaz de introducirme las primeras herramientas para la socialización.
Para definir algo, una acción un objeto o lo que fuere, la opción más fácil es contrastarlo con lo que no es. Es decir: “soy esto” entonces “no soy aquello”. El proceso de identificación de una persona, cualquiera sea, atraviesa este momento.
¿Pero la constitución de mi propia personalidad conlleva intrínsecamente la diferenciación con otra que no sea la mía? En parte sí, en parte no. He aquí la ambigüedad de la respuesta y el foco de la cuestión, la diferencia.

La diferencia en el ojo de la tormenta
Las diferencias existen, siempre existieron y van a seguir acompañando al ser humano hasta el fin de su existencia. Las hay de todas formas: de género, raza, etnia, ideología, tamaño, conocimiento. La lista continúa. Las distinciones son imposibles de evitar, si por algo resaltan es porque justamente son distinciones, separaciones.
Pero, es quizás la forma de aplicación de las diferencias por parte del hombre y la mujer lo que realmente hace ruido. Claramente, la manifestación más explícita y aborrecible de la distinción es la discriminación, sea cual fuere. No obstante, hay que ser cautos a la hora de analizar este término ya que discriminar, si sólo nos quedamos con su vacía definición enciclopédica, es “diferenciar, separar una cosa de otra”, pero es el acto de la discriminación lo que se quiere criticar y no una sencilla  descripción de su significado.
La discriminación es algo que abunda y abunda y de lo que nadie ni nada queda exento. Entonces ¿Qué?, ¿Tendríamos acaso que aceptarla? Y ponernos de acuerdo y admitir ese concepto que dice: “si me discriminan, yo discrimino”. Para nada, ahí sí que todo estaría perdido. Devolver con la misma moneda es algo a lo que por lo menos, los que estudiamos y creemos en las Ciencias Sociales, no debemos someternos nunca.
La discriminación no sólo diferencia sino que excluye y, lo que es aún peor e inconcebible,  fomenta autoexclusión por parte de aquellos que son discriminados. ¿Qué derecho tiene una persona a excluir a otra? ¿Por qué lo hace? ¿Disfruta hacerlo? ¿Realmente sabe lo que una  persona siente, vivencia al ser discriminada, incluso, delante de otros terceros?  Estas, y muchas otras, son preguntas a las que las Ciencias Sociales tiene la obligación de encontrar respuestas, pero no cualquier tipo de respuesta. Todo lo contrario, respuestas que construyan y concienticen acerca de este problema.
 Sí, dije problema, e insisto, es un gran y horrible problema. La anulación y la desacreditación de una personalidad, una idea, una raza por orden de la discriminación es la pérdida de subjetividad de esa persona que es discriminada, ¿Quién puede entonces negar que la discriminación no sea algo a resolver de manera primordial?
 Muchos podrán decir : “ pero al poner a las Ciencias Sociales  en ese lugar estarías privando, discriminando, dejando de lado a cierta gente, que ¿Por qué no podría hacerlo?. Volvemos aquí a la ambigüedad del término al mismo tiempo que vale aclarar que esta inclinación tiene que surgir dentro del campo de la Ciencias Sociales no sólo porque aquellos que ahí dentro se forman tienen las competencias para perseguir ese objetivo, esa utopía hermosa (¿qué sería de nuestra vida sin ella?, dicho sea de paso), sino porque es su deber y además,  y, desafortunadamente, son pocos los interesados en encontrar esas respuestas.
Otros tantos se preguntarán: “Pero este escrito ¿en qué se relaciona con el periodismo y los Medios de Comunicación?”






La discriminación y los Medios de Comunicación

El principal rol de los Medios de Comunicación se apoya en tres aspectos fundamentales: informar, entretener, formar y consecuentemente se desliga un cuarto aspecto: generar opinión.
Detengámonos en los últimos dos que son los que, por el momento, nos atañen. En un contexto en el que los Medios de Comunicación forman parte elemental en la constitución y en el devenir de las personas, ya que prácticamente las atraviesan en todas los ámbitos de la vida, estos dos últimos conceptos deben tomarse con más conciencia a la hora de elaborar contenidos.
Muy posiblemente, el formato en donde más queda evidenciada la falta de conciencia, quisiera creer que es sólo esto,  por la elaboración de sus contenidos y su repercusión en el colectivo social, son las publicidades. No vale la pena describirlas, todos sabemos que proponen y a que apuntan pero, es menester aclarar, que no hay que generalizar. Las publicidades conservan en su interior un gran sesgo de división y diferenciación que expresada por medio de los medios llega a la sociedad en su conjunto.
Naturalmente, esto es negativo y trae consecuencias, está claro.
Por otro lado, al mismo tiempo que hay contenidos que inconscientemente, o no, fomentan las discriminación hay otros, los mínimos, que la repudian y tratan de concientizar acerca de esta miseria humana.
Es por eso que me planteo y me pregunto cómo hacer para que esos contenidos, que apuntan a entender la diversidad y enmarcarla bajo la tolerancia y la cohesión social, tengan el efecto que realmente se busca.
Evidentemente, hay una gran barrera: la agenda setting. No es primordial para los medios tratar ciertos temas  no porque no les sea de interés sino porque “no es lo que se quiere ver, escuchar, leer”. Es entonces donde el periodismo y los comunicadores tienen que hacer valer su compromiso social y replantearse cómo y cuánto se tratan ciertos temas y de qué manera hacerlos  visibles, audibles y legibles para la sociedad.
¿De qué sirve saber de memoria los criterios de noticiabilidad de Martini si no se comprende que lo que realmente es necesario ejercitar, aprender y comprender es el compromiso social que esta profesión conlleva?
 Pobres de aquellos que así no lo entienden porque están renunciando y desligándose de algo que les es propio y debe definirlos como tal, le pese a quien le pese.
quisieron
Pues entonces, 195 años después de aquellos idealistas que resolvieron independizarse de un modo de vivir y pensar, ¿será posible en el siglo XXI  independizarse de un modo de pensar y actuar?
El primer paso es claro y evidente: desprenderse de los prejuicios para poder entender, interpelar y pensar en el “otro”. Ya que esto es condición básica para desterrar los juicios discriminatorios, sea cual sea la persona, institución, profesión u oficio que se lo proponga. Sin esta condición no hay desarrollo posible, por lo menos el que yo comprendo cómo fundamental, el que ubica a la cohesión social por sobre todas las cosas no el que me indica cómo invertir económicamente mirando mi propio ombligo.


No es fácil creer o pensar en que los Medios de Comunicación tienen también que ocuparse de estos temas y ayudar a dar un paso adelante en su resolución pero si fuera fácil no estaría escribiendo este escrito y esta utopía no sería un objetivo a perseguir.


Gonzalo Joaquín Palese.

No hay comentarios:

Publicar un comentario